Relato 2:
No sabía cómo terminar. A los 48 años, Carolina, médica de profesión, se encontraba viviendo en la ciudad de Panamá desde hacía dos años con su marido Alfredo y dos hijos de 12 y 9 años, el primero Juan Sebastián y la segunda Antonia. Carolina trabajaba para Unicef desde hacía doce años, cuatro años en Bogotá y seis en Maputo, para trasladarse posteriormente a la ciudad de Panamá.
Quince años atrás se había casado con Alfredo en su ciudad natal, Bogotá. Él, de Manizales, dos años mayor que ella, administrador de empresas. A los pocos años de casados, por las oportunidades profesionales de Carolina, Alfredo cedió para ajustarse al desarrollo de la carrera de su esposa.
Alfredo desde joven fue rumbero. Su personalidad se tambaleaba siempre entre el típico ejecutivo y un aire de bohemio, con tendencia a beber mucho. Era buen padre. En la vida cotidiana se mostraba cada vez más inseguro en su vida profesional y en ocasiones se lo hacía sentir a Carolina con quejas, reclamos y cierta agresividad. Parecía que escribía lentamente una cuenta de cobro.
Estando en Panamá, a Carolina le dieron una misión de ocho días en Haití. Esto se cruzaría con la visita de su mejor amiga, Margarita, quien llegaría cuatro días después. Margarita se quedaría en la casa once días, por razones laborales.
El Viernes, con Margarita en casa desde hacía dos días, Alfredo se fue a almorzar donde la vecina, una mujer Suiza de 40 años, muy guapa, con la que había entablado una relación de confianza. Se llamaba Sofía.
Los niños llegaron a casa a las 4:00 pm, Margarita llegó tipo 7:00 y la empleada cumpliría su turno hasta las seis. Después de almorzar, Alfredo y Sofía se dedicaron a beber toda la tarde.
A las 4:00, los niños estaban con Felipe, el mejor amigo de Sebas, quien vivía en la casa de al lado, con la empleada y el perro, un pastor alemán de dos años, Morgan.
A las 6:00, Alfredo recibió llamada de la empleada, preguntándole a qué hora llegaría. Le dijo que dejara a los niños solos por una hora, y así fue. En ese transcurso de tiempo, Sebastián y Felipe se pusieron a patanear con guerra de almohadas, y Morgan, muy nervioso, por defender a Sebas mordió a Felipe en la cara, en la mejilla izquierda. Felipe salió despavorido para su casa llorando con la cara ensangrentada. Sebas llamó a su papá muy nervioso relatándole lo sucedido. Al momento, Alfredo, ya en casa, los tranquilizó, llamó al papá de Felipe, quien le dijo que estaban en la clínica y que después hablarían con más detalles.
Carolina llamó a Alfredo en su llamada cotidiana y con sorpresa se enteró de todo. Se puso muy molesta por haber dejado a los niños solos.
Ya con Margarita en casa, Alfredo pidió un domicilio para la comida, posteriormente acostó a los niños y, una vez rectificando que estuvieran dormidos y que Margarita estaba en su cuarto, salió a encontrarse nuevamente con Sofía.
Sebastián se había levantado y, con sigilo y teléfono en mano, persiguió a su papá. A mitad de camino empezó a grabar, vio como entró en casa de Sofía, que lo saludó en la puerta con un beso en la boca. Después buscó la ventana de la sala, donde fue testigo del comienzo de una escena erótica, y se quedó grabando lo suficiente, trágicamente hipnotizado.
Indignado mientras regresaba a casa, en modo histérico y compulsivo, le mandó todo el video a su mamá. Carolina llamó inmediatamente. Alfredo, atónito y sin palabras, regresó a casa y se encerró en el baño. Margarita en alerta, ya enterada de todo, llamó a los bomberos y a una ambulancia, como prediciéndolo todo. En unos cuantos minutos, la calle se encendió con sirenas, los bomberos abrieron la puerta del baño, encontraron a Alfredo inconsciente, con un frasco de píldoras tranquilizantes desocupado en el suelo.
Alfredo se recuperó de la intoxicación en la clínica. La reacción de Sebastián, por el momento, se estableció en respaldar a su mamá. Antonia no se enteró de nada. Margarita, indignada, apoyó a su mejor amiga. Y Carolina montada en un avión regresando a casa sin saber cómo terminar.